viernes, 3 de febrero de 2012

La noche en que todos quisimos tomar whisky

La Noche En Que Todos Quisimos Tomar Whisky

Esa noche del 15 de junio de 1982 millones de argentinos escuchamos, conteniendo el aliento, el discurso en cadena del Presidente Galtieri.  Era el discurso de derrota de una guerra que muchos creían ganada desde el inicio, y que pronto quisimos olvidar. Y logramos olvidar. A tal punto que muy pocos recuerdan ese discurso.
Entre el 2 de abril del 82’ y el 30 de octubre del 83´ los argentinos vivimos lo que algún francés definió como alta presión de la historia, la sucesión casi inmediata e interminable de hechos notables. Recuperamos las Malvinas,  ocupamos Islas que jamás fueron nuestras (las Sandwich y la Georgias), entramos en guerra, recibimos al Papa por primera vez en la historia, perdimos un Mundial de fútbol (que también creíamos ganado desde el inicio porque éramos campeones) nada menos que frente a Brasil, perdimos una guerra por primera vez,  asistimos a la debacle de la dictadura y, finalmente, nos maravillamos con la increíble derrota del cuco peronista en las urnas. No es un pecado que hayamos olvidado casi todo esto. Es un hecho natural, es demasiado para cualquiera.
De esa noche del 15 de junio de 1982 sólo se recuerda—y hablo sólo de los más memoriosos—que el pueblo, luego del discurso del General, salió a las calles (léase, a Plaza de Mayo) para protestar. Era, dicen, nos dicen, el pueblo que quería la cabeza de Galtieri. Los más progresistas insisten en recordar que ese mismo pueblo fue el que aplaudió al General Presidente solo unos meses atrás, cuando copamos las Malvinas. Tanto unos como otros están equivocados. Los que salieron a la Plaza esa noche, luego del discurso, eran los más fervientes nacionalistas, los más recalcitrantes  fachos de nuestra sociedad, desencantados con el resultado de la guerra. Más papistas que el Papa, más mesiánicos que Galtieri, esos tipos hubieran ido a Malvinas a nado si los dejaban.
La mayoría del pueblo escuchó por televisión el discurso, se tomó algo y se fue a dormir, queriendo no volver a despertarse nunca jamás. Fue la noche más triste de la historia contemporánea de nuestro  país.
A continuación, el discurso entero de Galtieri. Al leerlo conviene tener presente algunas cosas inevitables de la mentalidad de los oyentes de esa época.  La incertidumbre, en todo sentido, era enorme. Estados Unidos era un enemigo, y las palabras de denuncia del General a ese país y a su pueblo sonaron por entonces muy gratas a muchos, casi como dichas por un comunista. Hasta ese momento a nadie se le hubiera imaginado que éramos parte de América Latina, y a partir de entonces había que empezar a reconocernos como tales, como si eso fuera fácil.
Por último me gustaría subrayar la impertinencia y la falta de sentido común del autor del Discurso de rendición.
En fin, que hable el Whisky:

Discurso de rendición (15 junio 1982)
El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la Nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y la historia grande de los Argentinos. No tenemos solo el bronce de las antiguas glorias, tenemos nuestros héroes, hombres de carne y hueso del presente, nombres que serán esculpidos por nosotros y las generaciones venideras. Los pueblos solidarios de América Latina, y todos aquellos capaces de olvidar sus intereses ante el coraje y el sacrificio, también los guardarán en su memoria. Pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia, apoyada por la tecnología militar de los EEUU de Norteamérica, sorprendentemente enemigo de la Argentina y de su pueblo. Combatieron para desplazar de nuestro suelo el último vestigio de coloniaje. Combatieron por la misma esencia de nuestra identidad Nacional y Americana. Combatieron por las mismas causas que presidieron el nacimiento glorioso de nuestra patria. Nuestra Nación ha luchado por nuestra integridad espiritual y material, convencida que las afrentas infinitamente toleradas quiebran el alma de los pueblos y de los hombres. Quienes hasta ahora no no quieren o no pueden admitir la verdad de nuestra causa tendrán que escuchar a sus conciencias y comprender que deben existir profundas razones de justicia para que una Nación pacífica empuñe las armas hasta el heroísmo. Puerto Argentino (x2 mirando la cámara) no será el último jalón de la empresa Nacional que comenzamos en 1833 y continuamos el pasado 2 de abril. Gran Bretaña deberá  resolver su actitud frente al conflicto y aceptar que la situación de las islas jamás volverá a ser la misma de antes, en cuyo caso mantendremos la actitud de negociar un camino para la recuperación de nuestra soberanía o proceder a la restauración del régimen colonial, con lo que no habrá seguridad ni paz definitiva, y recaerá sobre Gran Bretaña la responsabilidad por profundizar el conflicto. En todos los casos, la Nación unida puesta de pié al impulso y sentimiento de una sola causa se irá marchando hacia su superación y fortaleza. No permitamos que esa unidad lograda atreves de una causa justa y esperada, que respaldó más de medio mundo, y que estuvo reconfortada por la visita de su santidad, sea perturbada y dañada por la actitud disociadora de una minoría descalificada. Con el mismo denuedo con que lucharon nuestros hombres trabajaremos sin pausa y sin descanso para adelantar lo postergado. Han luchado para que vivamos plenamente. Hay un cambio en la Nación y nadie podrá eludirlo. Juntos diremos No a los rencores, prevenciones y prejuicios, porque ya han sido olvidados al formar codo con codo en el frente de batalla. Teniendo en cuenta la opinión de los distintos sectores del quehacer Nacional, revisaremos y corregiremos todo lo que sea necesario en política interna y externa. Rescataremos la República. Reconstituiremos sus instituciones. Estableceremos la democracia sobre bases inconmovibles de equidad y de respeto, y encenderemos como antorchas los valores más altos de nuestra argentinidad. Hay honor y habrá justicia. Nadie apartará su conducta del esfuerzo colectivo para alcanzar la patria imaginada en sus mejores sueños por nuestros soldados. No habrá lugar para la especulación y el engaño. El ocio será una estafa. El aprovechamiento de la situación será una injuria a quienes combatieron, y el derrotismo será traición. Juntos buscaremos el objetivo final que perseguimos. Seremos dueños totales de nuestra Nación y su destino. Que nadie trate de perturbar o interponerse en el camino de los argentinos. Que nadie trate de jugar con nuestras heridas y nuestras emociones. Que nadie confunda que somos duros en la pelea pero débiles del alma. El mundo sabe que no somos un pueblo que haya forjado su existencia al calor de las guerras de conquista y es testigo que jamás nos negamos a la paz. La mayoría del mundo reconoce nuestras legítimas aspiraciones sobre las Malvinas. Lo que defendemos nos pertenece. Estará siempre a nuestro alcance y más temprano o más tarde lo vamos a conseguir. Contengamos el dolor. Levantemos bien alta la frente. Nuestro pueblo es y se siente fuerte y lo acompañan sus hermanos latinoamericanos. Es hora de asumir hasta las últimas consecuencias nuestra identidad y madurez de argentinos. Quien no contribuya a hacerlo será apartado y calificado de traidor. Pidamos a nuestra señora de Lujan, que abogue ante Dios nuestro Señor, por las vidas y el triunfo de sus fieles, y agradezcámosle que nuestras almas estén reconfortadas por la reciente presencia de su Santidad. La dignidad y el porvenir son nuestros, y ellos nos darán la paz y la victoria.


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